También es cierto que todo lo que
nos sucede es cíclico. Ya estamos acostumbrados a épocas de crisis, bonanza,
crisis, nuevamente bonanza y así per secula seculorum. Los ciclos en
la democracia también existen y los estamos comenzando a vivir (al parecer son
muy largos, de varias generaciones) y para la muestra les comparto este interesante
artículo de la democracia en América Latina (Ciclos
de la democracia electoral en América Latina), reflejo de lo que podría
ocurrir también en Europa. Sé que muchos son escépticos al respecto, por lo
tanto también les recomiendo que vean una excelente película alemana llamada La
Ola (link a la
película).
La evidencia empírica Europea nos
muestra que actualmente estamos en frente de un nuevo ciclo de recogimiento
democrático, que se identifica por pasar poderes nacionales a organismos
extraterritoriales de elección no popular. No quiero hacer énfasis en la
descripción de los mismos ni en sus complicados nombres, pero todos escuchamos
en los diarios que estamos cediendo fiscalidad, justicia, banca, política
social y medio ambiental, entre otros, a parlamentos seleccionados por nuestros
elegidos democráticos mediante tramas, juegos de poder y guerras de peso
macroeconómico. Al final cada quien tira para su lado y mientras se camine en
esa dirección se seguirán perdiendo los derechos ya adquiridos. ¿Es justo que
el FMI, por ejemplo, presione a Mariano Rajoy para que pida el rascaste? ¿Es
justo que Ángela Merkel presione a España para que no lo haga (por ahora)? ¿Es
justo que España no tenga representación en el BCE y que su último alfil haya remplazado
en la institución? ¿Mario Draghi sentirá lo mismo cuando se habla de rescate a Italia,
su país natal, que cuando se habla del de España? ¿Establecerá las mismas
políticas y requerimientos para su país de origen o sería una traición nacional?
Este juego de presiones y la
reducción cada vez mayor del espacio político de nuestros gobernantes, ya sea
arrinconados por los mercados (que al final son una pequeña cantidad de
personas y corporaciones en relación con el total de personas) o por sus colegas
de otros países están derivando en soluciones supranacionales y muchas veces no
igualitarias que al final hacen recordar historias ya pasadas, lecciones ya
aprendidas de románticas épocas monárquicas donde, por ejemplo, Luis XIV de
Francia decía con autoridad absoluta: “El estado soy yo…”.
Carlos Betancur
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